
Recuerdo esos días en que no quería crecer, no quería perder la inocencia, deseaba quedarme niña y transparente por siempre.
Mi complejo de Peter Pan no pasaba por ser infantil de la forma que comúnmente se entiende.
En verdad siempre fui un poco vieja chica para mis cosas, muy autoconciente, analítica, responsable y ordenada para ser un niño (abra tenido que ver en eso mi avidez por la lectura).
Yo sabia de todo en teoría y a edades muy tempranas, era muy ratón de biblioteca, pero otra cosa es la vida en la práctica.
Lo que en realidad yo quería conservar era la inocencia del ser niño, la transparencia en el pensar, esa bondad intrínseca, porque como yo siempre he dicho “si yo soy buena es por opción propia, porque el día que me toque ser mala podría serlo y mucho”.
Pero como suele suceder conmigo de un momento a otro me sentí preparada para dar el salto y decidí crecer.
Y ahí empezó la aventura de poner a prueba todos mis conocimientos recopilados durante mucho tiempo, la vida me a echo crecer y mucho.
Pase de ser una niña llena de miedos a una mujer muy segura de si misma, pase de querer controlarlo todo a entender que la vida hay que navegarla como venga y disfrutar cada momento cada desafío cada nueva sorpresa.
Ya conozco mi lado oscuro mis demonios y también mi luz con sus ángeles.
Me siento feliz de todo lo que he vivido y me siento orgullosa de poder decir que cada cosa que he hecho a sido cuando he querido, como he querido y con quien he querido.
Soy absolutamente responsable de cada una de mis aciertos y errores cada una de esas acciones me han traído ha este momento y lugar en mi vida en que me siento plena.
Se que aún queda mucho por recorrer y por aprender, VIDA sigue sorprendiéndome, YO siempre preparada y ansiosa esperando.